A veces me siento como se siente todo el mundo, falto de humanidad, de sentimientos. Me siento dura, rígida, fría. Y en esas ocasiones donde el miedo toca mi corazón, me debilito, muestro mi verdadero yo, ese yo tan pequeño y temeroso, tan necesitado e inseguro. En esos casos tristemente es cuando reflexiono, me doy cuenta que estoy desaprovechando mi vida sin decirle a las personas que las amo.
Sueño con el día en el que tenga que abandonar mi escudo y ser yo libremente, sin temor a que me lastimen, a que jueguen conmigo, a que me dañen. Quisiera poder llegar al lugar en el que me sienta segura al caminar de noche, al dormir, al llevar joyas, al llevar mis cosas favoritas en mi bolsa.
Quisiera vivir en un lugar donde te miren sin juzgarte, donde te sonrían sin ninguna mala intención y sin hipocresía. La sociedad me enferma y me intriga cómo funcionan sus mentes, por qué son como son, cómo es que no logran conectarse con sus sentimientos. Para mí es una línea muy delgada, y no es fácil ser alguien que siente, eres un vidrio fácil de romperse, una ventana transparente, simplemente alguien frágil.
A veces extraño mi sensibilidad, pues aunque sea una desventaja en este mundo tan cruel, es parte de mi ser, de mi verdadero yo. Ahora me cuesta más trabajo conectarme con mis sentimientos y reflexionar, reconocer mis pensamientos y verme desde afuera. Es más difícil describirme pues mi interior no coincide con mi exterior y mis acciones.
Es cansado ser fuerte todo el tiempo, a veces solo necesito quebrarme y llorar hasta liberar toda esa tensión que acumulo, hasta sentirme ligera y con el alma limpia.
Pero lo rescatable para mi es que aún puedo ser yo con las que personas que en verdad me conocen, lo cual no puedo hacer diario, así que me he acostumbrado a no ser mi auténtica yo todos los días.
Bienvenido a mi mente 